Sin embargo, los VIP de este nuevo Gran Hermano no están logrando los datos esperados, con apenas 1,91 millones de espectadores en la quinta gala del concurso, que decidió jugar una nueva baza, metiendo como concursante oficial a la polémica Aída Nizar. Ya habían probado anteriormente con el huracán de Terelu Campos, pero tampoco dio demasiados frutos. Y es que esta edición es demasiado VIP, incluso para sus espectadores. El casting no puede ser más acertado, con una gran selección de famosos de verdad, de los de antes. Pero quizá no es lo que busca el espectador.
Desde que comenzó el concurso, los grandes hermanos se están esforzando por sacar su mejor sonrisa, su mejor buen rollo y su faceta más coherente. Pero no es para nada lo que busca un espectador, acostumbrado a gritos, descalificaciones, nominaciones a traición y a todo tipo de espectáculos que a veces rozan el ridículo, pero que enganchan a esos fanáticos de la llamada «telerrealidad.» Puede que estén saturados. Y razones no les faltarían. Telecinco superpone Supervivientes, Gran Hermano, GH VIP, Acorralados y otros similares con tan poca separación que uno ya no sabe si hay que nominar en el confesionario o en la palapa, o si quizá se está buscando a la mejor voz.
Y la esencia de Gran Hermano y sus derivados se pierde sin remedio, para desgracia de sus seguidores más incondicionales. Y la fórmula clásica de meter a alguien en la dinámica que grite o rompa la tranquilidad ya no vale. Sobre todo porque vivimos en un déjà vu eterno de rostros que saltan de un concurso a otro, de un programa al siguiente. Y seguimos perdiendo ese «control» de poder que teníamos cuando Ania, Ismael y María José Galera entraron por primera vez a una casa que nos dio la vida. ¿Será capaz Telecinco de reconducirse? Desde luego, los espectadores ya han decidido que el propio reality está nominado. Veremos si consigue salvarse o tendrá expulsión inmediata.
Imágenes: Telecinco