Y es, de nuevo, la organización sueca la que ha promovido este cambio, para darle «más emoción» al resultado final. Lo cierto es que durante los últimos años, antes de que votara el último país, ya teníamos un ganador, por pura lógica matemática al ir sumándose los votos de cada Estado. Este año, por tanto, la votación se dividirá en dos partes, como ya sucedía hasta ahora, pero otorgándolos de manera diferenciada, lo que variará, con total probabilidad, los resultados.
Tras el último país, la conexión volverá a los presentadores suecos, que irán sumando más votos, los de la audiencia, ya sumada, de entre todos los países. España, por ejemplo, podría recibir en esta segunda parte un total de 42 puntos (12 de Francia, 10 de Alemania, 10 de Austria, 5 de Polonia y 5 de Rumanía), que se sumarían a los que ya tuviese de los jurados profesionales. Una manera de incrementar la tensión al espectáculo, ya que es casi imposible ir desgranando cada voto, para saber cuántos recibirá, finalmente, cada país.
De esta manera, y solo al final de esta última presentación de puntos, conoceremos quién ha ganado Eurovisión. El público sueco ya está acostumbrado a este sistema, porque es el que llevan a cabo en el Melodifestivalen. España también incorporó este sistema en 2009, 2014 y, ahora, en 2016, cuando salió elegida Barei tras sumar la mayor puntuación de jurado profesional, por un lado, y la del público, por otro. Lo cierto es que, con este cambio de votos, la gran mayoría de ganadores seguirían siendo los mismos, pero el resto de la tabla variaría sustancialmente. Es el caso de Edurne, que hubiera quedado tres puestos por debajo de su resultado final. ¿Logrará Barei superar tanto reto? Podéis ver un vídeo explicativo del nuevo sistema de votación a continuación.
Imágenes: RTVE – Eurovision.tv