Remember la nuit con las mejores discotecas de Valencia

Salimos de marcha por la noche valenciana. Pero, ¿cómo ha cambiado? ¿Dónde quedan esas discotecas que marcaron una época? El ocio nocturno de Valencia ha cambiado tantas veces, que muy pocas de las discotecas de la época dorada (los 80-90) han desaparecido, dejando paso a otros tipos de ocio, a otras formas de entender aquello de «salir de marcha». Hubo una época en la que la ciudad se dividía en diferentes zonas donde comenzar la noche, para luego ir a una u otra discoteca. Algunas de esas zonas aún persisten, pero ya no es lo mismo. Juan Llorens, Cánovas, Aragón, Woody y Xúquer, con su sub zona llamada Mezquita, ofrecieron locales que marcaron la noche valenciana en ciudad, de todos aquellos que buscaban una primera copa.

Sin duda fue una época en el que el botellón era casi inexistente y la hora de cierre sobrepasaba las 3 de la mañana. Hecho que invitaba a coger el coche y ver amanecer en una de las sesiones que las discotecas valencianas ofrecía.

Miremos ahora esas discotecas, que según tu estilo de vida eran unas u otras.

Estaban las más llamativas, las más mediáticas, las que conocian toda España, la de la Ruta del Bakalao, que aquí llamábamos Destroy. Haciendo un viaje desde Valencia hasta Cullera, encontrábamos las discos más cañeras y con más adeptos que se recuedan. Empezaba la ruta en Pinedo con Spook, famosa por las sesiones de los viernes interminables. Sólo paraban media hora y volvían a empezar. Al ser la más cercana a la ciudad, se podía ir en moto. Ahora sigue en activo pero ya no es lo mismo. Al lado, estaba The Face, templo del house en la capital del Turia. Cosmopolita, con diversidad de gente y una terraza ibicenca que marcó la fase final de la ruta, aunque con gran aceptación.

Siguiendo hacia el sur, se llegaba a Heaven, en El Perellonet. Una de las más recordadas por sus momentos en el párking y por ser una de las que más tarde cerraba. Solía hacerlo el domingo a mediodía y era curioso como la carretera que cruza esta pedanía se llenaba de transeúntes que salían de la sesión del día. De allí, por la misma carretera, llegaba Puzzle en Les Palmeretes. Casa de la Faraona (personaje mítico dela ruta) y una de las que más aguante ha tenido, aunque ha ido languideciendo en tiempo. Sesiones domingueras matinales, que se alargaban en la tarde, al lado de los arrozales suecanos. Todo un deleite de la música electrónica.

No muy lejos, Barraca, el summum de la ruta, el templo del destroy y la música electrónica, tanto que creó escuela en todo el país con su estilo barraca. Aún en activo, ha cumplido más allá de los 50 años aún con adeptos, que recuerdan con nostalgia aquellos 90 que llenaron de jóvenes la carretera Nazaret-Oliva. Y al lado, Chocolate, que nació al socaire de Barraca, pero que según los entendidos daba más caña y era más purista, al dar más protagonismo a la música. Entrar allí era entrar a un momento de tinieblas llena de buen ritmo.

Y ya en Cullera, NOD, unas siglas que invitaban a todo lo prohibido. Una antigua factoría convertida en discoteca, donde acababa o empezaba las noches de muchos de los que se habían pasado de jueves a domingo dentro del coche en busca de la música electrónica.

Rematando la sesión destroy, estaba ACTV para los atrevidos. Era la parada y fonda hasta el fin de semana siguiente, donde recalaban los últimos que disfrutaban de los últimos momentos del día para volver al trabajo y esperar con ansias el jueves siguiente.

Sin duda, era una manera de vivir, de sentir, ayudada por sustancias que no eran las más recomendables y por un alcohol que no tenía la persecución que pudiera tener ahora.

Más moderadas, pero igual de míticas y respetadas eran las discos de la ciudad. Por estar en enclaves estratégicos, eran las consideradas pijas. En Blasco Ibáñez, Woody, la reina de las tardes light de los estudiantes de secundaria y las noches más divertidas para los universitarios. Míticas fueron sus fiestas sobre la Feria de Abril en los 80 y famosas sus sesiones donde se dejaba ver la gente bien de la ciudad. Hoy Woody permanece cerrada, tras pasar de mano en mano, a la espera de aquellos estudiantes gamberros que llenaron sus sesiones los trimestres y trimestres universitarios. Igual pasaba no muy lejos de allí.

Distrito 10 fue la disco de la ciudad por excelencia. Considerada como la mejor de Europa reunía a todos aquellos que querían ser algo o alguien entre la sociedad valenciana. Gente pija, gente bien y un ambiente algo más sano que en la ruta. Su nivel subterráneo hacía del local un punto más atractivo. Hoy en día, de aquel distrito no queda nada, más bien se ha convertido en su contra, en un centro de estudios.

A espaldas de distrito, la otra pija, Jardines del Real. Música pop, española en su mayoría, con sesiones recordadas por ser las más guapas de la ciudad y con un cuidado equipo. Tras pasar por Llampúa o Betty Pop, la presión vecinal hizo que cerrara sus puertas.

Luego estaban las discos que eran aquellas que se hicieron famosas por ofrecer conciertos y eventos multitudinario. En este apartado reinaba, y siempre reinará, la llorada Arena Auditorium otrora Pachá. Alaska, Depeched Mode, Blur o Radiohead pasaron por su escenario y miles de valencianos bailamos en sus sesiones de los sábado. Al igual que lo hicimos en Bananas, otras de las discos que ofrecían fiestas por todo lo alto. Besódromo, piscinas y gente de la tele visitaban este enclave de El Romaní, que marcó el ir y venir de la juventud de una época que buscaba diversión al precio que fuera y donde fuera.

Sin duda, nos dejamos muchas otras discos que marcaron a toda una generación, como Arabesco, Espiral, Ku o Evento, pero aquellos días fueron eso, discotecas. Ahora son terrazas y pubs o terrazas de verano que ofrecen música comercial, sin especialización y de un ocio algo más aséptico.

Sea como sea, Valencia sigue siendo una ciudad donde no se duerme y es que como en su día dijo aquel dicho: «Madrid me mata, pero Valencia, me remata».

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