Halloween: Una fiesta que también tiene raíz española

La noche de Halloween está cada vez más cerca y, como siempre, surgen los detractores de la fiesta, que aseguran que España no tiene por qué celebrar una tradición anglosajona. No vamos a quitarle el argumento de peso a nadie, pero si ahondamos un poco en la historia real de la celebración, encontramos que Halloween también se ha celebrado en nuestro país desde tiempos inmemoriales, pero con algunos matices, que encontramos en la fiesta celta del Samhain.

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Comencemos por saber de donde viene Halloween. Estas fiesta surge del mundo celta, cuando celebraba el Samhain, que celebraba el fin de la cosecha y marcaba el año nuevo céltico. Se llevaba a cabo durante la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre y se decía que era el momento donde las almas en pena se alejaban y se ahuyentaba a los espíritus del año que acababa con hogueras y faroles.

Pues bien, la Península Ibérica, además de ibérica, también tiene influencias celtas, sobre todo hacia el noroeste, y esas influencias hicieron que en épocas paganas se extendiera la celebración del Samhain y llegará a formar parte de las celebraciones de los labriegos, vamos, algo así como la tradición de carpinteros de quemar los trastos viejos de su taller en el equinoccio de primavera y que desarrolló, en Valencia, en las Fallas.

Pero no olvidemos la fiesta del Samhain, ya que cuando el cristianismo transformó la fiesta de ahuyentar a los espíritus en honrar a todos los santos, trasladó su fecha del 13 de mayo al 1 de noviembre, dando a la fiesta pagana su carácter religioso. Pero ¿cómo se llega a la conclusión de que en España se celebró la fiesta de Halloween antes que en Estados Unidos? Pues por tal influencia celta. Están documentadas diferentes tradiciones relacionadas con los espíritus y la fecha en la que se celebra el Samhain en España, sobre todo en Galicia donde se habla de meigas y Santa Campaña. Pero en Asturias en el siglo XVIII, los más pequeños pedían comida a las puertas de las casas durante la noche del 31 de octubre, acompañados de lámparas.

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En la antigua Castilla, en territorio ahora de Madrid, hay pueblos como Ambite, Canencia, El Vellón, Estremera, Manzanares el Real, Loeches o Fuentidueña de Tajo  donde la noche del Samhain se adornaban las casas con calabazas a las que hacían agujeros en forma de ojos y nariz y se les introducía una vela encendida. Esto se hacía para invocar a los espíritus protectores. En otras poblaciones de la región, sólo se iluminaba la noche con las hogueras encendidas y las calabazas a modo de farol, pero además se usaban otros recipientes para esas linternas, como calabacines, ollas o botijos.

Por otra parte, las linternas o faroles, en pueblos de Madrid, se llevaban a los cementerios para guiar a los muertos, mientras no cesaba de sonar una campanilla. Además, arraigado en la tradición de la fiesta del Samhain, en Soria se celebraba «Ritual de las Ánimas», en el que las personas cantan por la noche mientras llevan en las manos velas protegidas por botes, calabazas o cacharros de barro agujereados para finalmente hacer una gran hoguera. Gustavo Adolfo Bécquer la inmortalizó en su cuento de terror «El monte de las ánimas».

Así que, después de hacer este repaso por la historia, podemos decir, de alguna manera, que la celebración de la fiesta de Halloween con calabaza encendida y todo, también en muy nuestras, aunque hay que reconocer que eso de salir a por dulces y disfrazarse es más bien producto del carácter farandulero de los estadounidenses y que nos parece más divertido.

Imágenes: c.c.

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