El recorrido se ha dispuesto en tres secciones claramente diferenciadas. La primera es la del entorno del hombre, el paisaje, ya sea natural como en el árbol a gouache donde Joan Hernández Pijuan rememora su querido Folquer, o el de la tierra trabajada y modificada de la Caja Rostroll de Josep Guinovart, en recuerdo a su infancia en Agramunt. Merece especial atención Fondo Mediterráneo VI, donde Vicente Vela nos muestra objetos que el hombre ha dejado a su paso, restos de culturas que conocieron pasados momentos de gloria y que ahora están olvidadas en el fondo de un mar que las creó y acarició.
Si continuamos la exposición, llegamos a la manifestación más propia del hombre: la inteligencia. Y con ella la capacidad de crear arte, aspecto que tal vez no tenga una utilidad práctica en sí misma, pero que le sirve para intentar conocerse, y le facilita el tránsito por esta vida. Aquí apreciamos las obras monocromas de Ana Peters y Salvador Victoria; piezas informalistas de Francisco Farreras y Darío Villalba; la Praescriptura de Gustavo Torner; o la abstracción poética de Águeda de la Pisa. Y las obras integradas en la corriente geométrica de Monika Buch, Elena Asins, Carlos Evangelista o Jaume Rocamora, y el cinetismo de Marlon de Azambuja.
El último trayecto de Vanidades – Intelecto – Espiritualidad finaliza como termina la vida del hombre: con la muerte y la esperanza. Estela de Rafael Canogar, el Tríptico de las almas de Javier Palacios y la lumínica obra de José María Yturralde, nos hablan de la muerte física, la persistencia del alma y de la unión con el Universo. Una maravillosa exposición que no puedes perderte, disponible todo el verano, de manera gratuita, en el Centro del Carmen. ¡Que la disfrutéis!
Imágenes: Consorcio de Museos